Casi un millón de años nos contemplan cuando asomamos nuestros ojos al espejo de las aguas de
Lago Mono. En concreto son unos
760.000 años de historia los que contiene esta laguna sin salida al océano.
Eso es lo que ha permitido que los minerales que se disuelven en un
agua que no se renueva, conviertan el lago en una masa acuática
extremadamente salada y alcalina.
En un principio estas intensas condiciones podrían hacer suponer que la vida no quiere tratos con las aguas del lago del
Condado californiano de Mono.
Nada más lejos de la realidad. Hace casi 150 años, Mark Twain afirmaba
en su Diario de Viajes, que no existía en Mono Lake “nada que haga la
vida placentera”, al referirse a sus venenosas aguas y a la ausencia de
vida.
Sin embargo, desde hace unos años la propia
NASA se empeña en
investigar las condiciones de este ecosistema que ha demostrado ser uno de los más productivos de Norteamérica. Millones de criaturas que flotan o nadan en el lago o en las
aguas termales de la pequeña isla que alberga y que permanece cubierta de cenizas.
Se han encontrado
microorganismos endémicos e incluso se está investigando la similitud de esas criaturas con una posible
vida extraterrestre y se compara Lago Mono con el marciano Cráter Gusev, un
lago seco del planeta Marte que pudo albergar vida unos 3.500 millones de años atrás.
Recientemente Mono Lake ha vuelto a ser noticia cuando se han cuestionado otras
investigaciones de la NASA relacionadas con el arsénico. Investigadores afirmaron en la revista
Science que habían encontrado un tipo de bacteria que abrían el espectro de esa posible vida extraterrestre.
Los científicos afirmaron que esos microorganismos
habían sustituido el fósforo de su ADN por arsénico.
La comunidad investigadora internacional ha cuestionado esas
conclusiones y finalmente, la NASA ha tenido que admitir que aunque el
fósforo que transforman en arsénico es una ínfima parte, sus
conclusiones pueden seguir vigentes.